Llegamos al final de la segunda era de Nacidos de la Bruma, un cierre esperado por todos los aficionados a la saga y que, aunque no nos deja anonadados, sí ofrece un desenlace que satisfará a la mayoría de los seguidores del escritor estadounidense. Por tanto, realizar esta reseña como cierre de la saga implica mirar atrás y analizar el conjunto completo.
He de reconocer que los dos primeros libros de esta nueva visita a Scadrial me dejaron un poco frío. El cambio de un mundo de cenizas de corte medieval-fantástico a uno más moderno, poco habitual en la fantasía, con una historia en la que sus héroes se asemejaban a una especie de Elliot Ness & Cia en una trama con más tintes de novela policíaca y de misterio que de ejércitos y tiranos, cuesta al principio. Pero también es cierto que, a medida que se avanza en la historia y se reintroducen algunos de los aspectos que hicieron de Nacidos de la Bruma una lectura increíble, la sensación va mejorando a grandes pasos.
Finalmente llegamos al momento del cierre, que como es habitual en grandes obras, suele decepcionar en cierta medida, ya que nuestra mente se prepara para algo tan colosal que probablemente sea un ideal más que una realidad factible de plasmar.
En este caso, El metal perdido pone el broche a la amenaza que nuestros protagonistas han dedicado años a desentrañar, la cual dejará a algunos lectores más satisfechos que a otros, en una trama directa y repleta de acción que absorbe toda nuestra atención.
Pero lo más destacable no es el desenlace en sí mismo, sino que Sanderson utiliza esta última entrega para enhebrar una serie de conexiones que enlazan con todo el universo del Cosmere, algo que, si no te has sumergido en la figura y obra del autor, puede resultar algo chocante, pero que es muy interesante para todos aquellos que siguen su trayectoria. Todo ello hace la lectura aún más satisfactoria, aunque he de reconocer que en algunos momentos, el exceso de información, no de simple asimilación, puede resultar algo frustrante, pues exige un relativo esfuerzo del lector. Quizás si se hubiese distribuido toda esa información más pausadamente entre los últimos tres libros, hubiese sido más llevadero.
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Mapa de los dos continentes conocidos de Scandrial
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Volviendo al libro, además de una trepidante acción, vamos a encontrarnos con un crecimiento espectacular de los personajes, sobre todo de Marasi y Steris, algo que ya venían haciendo, pero que en este volumen se acelera exponencialmente. Incluso los antagonistas, como Telsin, también se desarrollan de manera notable.
El hecho de haber leído anteriormente Trenza del Mar Esmeralda antes de esta lectura también ha sido ventajoso, pues los poderes de los nuevos personajes que vamos a encontrar en el tramo final del libro se entienden mejor, al ya estar familiarizado con los éteres.
Acción, sorpresas, nuevos personajes, dioses, reencuentros inesperados, felicidad, rabia, tristeza... Muchos serán los sentimientos que nos brindará este final y que sin duda hacen de la lectura de El metal perdido un gran libro.
No puedo decir más que nos vemos en Elantris, para seguir ahondando en la magia de la creatividad de este gran escritor.