Título original: Heretics of Dune
Autor: Frank Herbert
Año: 1984 (v.o)
Género: Ciencia Ficción
Saga: Dune.
Volumen: 5
Sinopsis:
Esta quinta entrega de la serie prosigue con las aventuras de la estirpe
de los Atreides en el fascinate planeta de arena.
Nos hallamos en el futuro respecto a la acción de Dios emperador de
Dune. La expansión galáctica que siguió a la muerte de Leto ha te
rminado.
Todos regresan al planeta madre, convertido de nuevo en el mundo
inhóspito y seco de sus orígenes. El delicado equilibrio entre las
antiguas fuerzas está a punto de romperse. En este marco aparece un
nuevo personaje: Sheeana, una chica que tiene el poder de invocar,
controlar y conducir a Shaihulud, el gigantesco gusano de arena...
Mi opinión:
Después del pequeño tostón que me supuso la lectura de Dios Emperador de Dune, decidí tomarme un descanso prudencial antes de continuar con la saga, de ahí que haya pasado un año desde su lectura.
Las primeras páginas de Herejes de Dune devuelven rápidamente la ilusión a los fans de la saga. Volvemos a la carga con gusanos, algo parecido a los fremen, y una inquietante consecuencia de la muerte de Leto, la hambruna y la Dispersión. El libro nos enfoca en el momento del retorno de la Dispersión, con sus posibles consecuencias para los aletargados poderes establecidos durante la paz impuesta por el Tirano.
Estas primeras páginas son una auténtica maravilla. Nos encontramos con una ambientación muy parecida a la del Dune original y volvemos a maravillarnos ante las nuevas aventuras en el desierto. Por otro lado, el fenómeno de la Dispersión resulta excitante, al abrir un sinfín de posibilidades a la trama, entre los que destacan un nuevo y poderoso enemigo, las Honoradas Matres, que pretende rivalizar con la Bene Gesserit, al intuirse una poderosa hermandad de corte similar.
Con tal cantidad de novedades, Frank Herbert tenía todos los ingredientes necesarios para volver a conseguir un libro redondo como Dune, pero en algunos pasajes resulta demasiado forzados los recursos que utiliza para continuar con la trama, en la que algunas circunstancias son demasiado desproporcionadas, como por ejemplo atrapar a alguien en un bosque se convierte en un imposible, mientras destruir un planeta se hace en cuatro palabras.
No obstante, la acción y el pensamiento de Dune se vuelven a enforcar de manera mucho más amena en esta entrega. Ya no son solo las locuras de Leto en su viaje en carro; hay un nuevo orden que trata de imponerse, y todas las partes implicadas empiezan a mover ficha ante las nuevas condiciones del tablero.
De esta manera empezamos a conocer mucho más sobre los misteriosos Tleilaxu y la organización interna de la Bene Gesserit, lo cual es de agradecer, pues en las anteriores entregas Frank Herbert apenas había desarrollado ambas potencias, que simplemente estaban allí al igual que los Ixianos (que de momento siguen sin desarrollarse).
La aparición de la Honoradas Matres también es un golpe de efecto, pero que pronto se debilita por la fuerza que dominan: el sexo. El tratamiento de Herbert sobre este poder resulta demasiado inverosímil en la actualidad y resta mucha credebilidad el mero hecho que con sus habilidades sexuales, por inmensas que sean, sean capaces de ser un enemigo capaz de controlar el universo. Quizás las obsesiones de Herbert en los años ochenta pudieran ser la causa, pero en el s. XXI no consigue sorprender. Hubiese sido mucho más interesante que las Honoradas Matres hubiesen traído de la Dispersión un arma cuanto menos novedosa. ¿Qué sentido tiene irse a los confines del universo desconocido para volver con el arma más antigua de la humanidad?
Pasado la mitad del libro, hasta el rápido desenlace hay un puñado de páginas que se hacen algo más pesadas, cosa que Herbert resuelve acelerando el final, un final apoteósico y de consecuencias inimaginables en el mundo de Dune, que te dejan con el "gusanillo" de saber como continúa la historia.
Un buen libro que devuelve parte de la grandeza pérdida en la anterior entrega de la saga, de la cual sólo nos queda el último libro escrito por Herbert, que no concluye la historia y en el que seguramente dejaré el universo Dune, pues en principio no me atrae la continuación de Brian Herbert.
Valoración:
Mi opinión:
Después del pequeño tostón que me supuso la lectura de Dios Emperador de Dune, decidí tomarme un descanso prudencial antes de continuar con la saga, de ahí que haya pasado un año desde su lectura.
Las primeras páginas de Herejes de Dune devuelven rápidamente la ilusión a los fans de la saga. Volvemos a la carga con gusanos, algo parecido a los fremen, y una inquietante consecuencia de la muerte de Leto, la hambruna y la Dispersión. El libro nos enfoca en el momento del retorno de la Dispersión, con sus posibles consecuencias para los aletargados poderes establecidos durante la paz impuesta por el Tirano.
Estas primeras páginas son una auténtica maravilla. Nos encontramos con una ambientación muy parecida a la del Dune original y volvemos a maravillarnos ante las nuevas aventuras en el desierto. Por otro lado, el fenómeno de la Dispersión resulta excitante, al abrir un sinfín de posibilidades a la trama, entre los que destacan un nuevo y poderoso enemigo, las Honoradas Matres, que pretende rivalizar con la Bene Gesserit, al intuirse una poderosa hermandad de corte similar.
Con tal cantidad de novedades, Frank Herbert tenía todos los ingredientes necesarios para volver a conseguir un libro redondo como Dune, pero en algunos pasajes resulta demasiado forzados los recursos que utiliza para continuar con la trama, en la que algunas circunstancias son demasiado desproporcionadas, como por ejemplo atrapar a alguien en un bosque se convierte en un imposible, mientras destruir un planeta se hace en cuatro palabras.
No obstante, la acción y el pensamiento de Dune se vuelven a enforcar de manera mucho más amena en esta entrega. Ya no son solo las locuras de Leto en su viaje en carro; hay un nuevo orden que trata de imponerse, y todas las partes implicadas empiezan a mover ficha ante las nuevas condiciones del tablero.
De esta manera empezamos a conocer mucho más sobre los misteriosos Tleilaxu y la organización interna de la Bene Gesserit, lo cual es de agradecer, pues en las anteriores entregas Frank Herbert apenas había desarrollado ambas potencias, que simplemente estaban allí al igual que los Ixianos (que de momento siguen sin desarrollarse).
La aparición de la Honoradas Matres también es un golpe de efecto, pero que pronto se debilita por la fuerza que dominan: el sexo. El tratamiento de Herbert sobre este poder resulta demasiado inverosímil en la actualidad y resta mucha credebilidad el mero hecho que con sus habilidades sexuales, por inmensas que sean, sean capaces de ser un enemigo capaz de controlar el universo. Quizás las obsesiones de Herbert en los años ochenta pudieran ser la causa, pero en el s. XXI no consigue sorprender. Hubiese sido mucho más interesante que las Honoradas Matres hubiesen traído de la Dispersión un arma cuanto menos novedosa. ¿Qué sentido tiene irse a los confines del universo desconocido para volver con el arma más antigua de la humanidad?
Pasado la mitad del libro, hasta el rápido desenlace hay un puñado de páginas que se hacen algo más pesadas, cosa que Herbert resuelve acelerando el final, un final apoteósico y de consecuencias inimaginables en el mundo de Dune, que te dejan con el "gusanillo" de saber como continúa la historia.
Un buen libro que devuelve parte de la grandeza pérdida en la anterior entrega de la saga, de la cual sólo nos queda el último libro escrito por Herbert, que no concluye la historia y en el que seguramente dejaré el universo Dune, pues en principio no me atrae la continuación de Brian Herbert.
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