Ficha:
Título original: Deadhouse gates
Autor: Steven Erikson
Año: 2000 (idioma original) / 2010 (castellano)
Género: Fantasía Épica
Sinopsis:
En el sagrado desierto de Raraku, Sha’ik la vidente y sus seguidores
se preparan para el levantamiento profetizado largo tiempo atrás, «el
Torbellino». Esclavizada en las minas de otataral, Felisin, la más joven
de la deshonrada Casa de Paran, sueña con la libertad y jura vengarse,
mientras que los Abrasapuentes proscritos Violín y Kalam conspiran para
liberar al mundo de la emperatriz Laseen (aunque la voluntad de los
dioses, como siempre, parece ser otra). Y, al tiempo que dos antiguos
guerreros cargados con un secreto devastador penetran esta tierra
asolada, un comandante del Séptimo Ejército de Malaz lidera a sus
agotadas tropas en una última y audaz carrera para salvar las vidas de
treinta mil refugiados.
Mi opinión:
Tenía ganas de continuar con la exitosa saga de Erickson, Malaz: El Libro de los Caídos, ya que su primer volumen, Los
Jardines de la Luna, me dejaron un cierto regusto amargo, pues no encontré lo que buscaba en él. Pero como todas las opiniones sobre la saga coinciden en la evolución del mundo de Malaz en las siguientes entregas, decidí que había que darle una oportunidad.
Hay que reconocer que el autor evoluciona en su estilo narrativo con respecto a los Jardines de la Luna, pero en mi opinión, esta evolución no ha sido suficiente. Si bien el libro está mucho mejor escrito que el anterior (cosa no muy difícil de lograr), la prosa de Erikson continúa siendo demasiado farragosa en muchos momentos.
También en este volumen se incluye un dramatis personae y unos apéndices donde el autor (casi sin ganas) nos "explica" alguna cosa sobre los cargos, razas, dioses y ascendientes, etc... A todas luces, y como ya ocurrió anteriormente, las explicaciones son demasiado escuetas y, teniendo en cuenta que Erikson no se caracteriza por la claridad en su escritura, hace que esas páginas se consulten demasiado poco para lo que sería necesario en una obra de tal complejidad.
En cuanto a la trama, Las Puertas de la Casa de la Muerte nos traslada a Siete Ciudades, territorio integrado en el imperio de Malaz, pero que se halla al borde de un profético levantamiento, anunciado tiempo atrás. En el libro, disponemos de un mapa parcial del terreno, en el que discurren los hechos que se narran en este volumen.
Es una pena no disponer de por lo menos, el mapa completo del continente, pues hace que sea muy complicado hacerte una idea real del espacio en el que se desarrolla la acción. Unas simples flechas te indican la dirección de otras tierras, pero la nula referencia hacia ellas, hace que no sepamos dónde estamos. En el tiempo, los acontecimientos se presuponen ocurren unos años después de la narración de Los Jardines de la Luna.
La trama se divide en una serie de historias corales, unidas entre sí por un nexo no siempre claro. El relato se inicia en Unta, donde la purga de la nobleza local por parte de la emperatriz nos deja a Felisin, la hermana menor de Ganoes Paran, esclavizada en las minas de otataral, un mineral surgido de la pluma de Erikson que, voala, repele la magia.
Por otro lado, tenemos a la vidente Sha'ik, una especie de profeta espiritual llamada a liderar la rebelión de Siete Ciudades. Otros dos personajes que se introducen en el libro son Mappo e Icarium, un trell (del que la escueta reseña en los apéndices dice que es una raza no humana y poco más) y un jagh, que es algo así como un mestizo de jaghut con no se sabe qué carajo, y que deambulan por esas tierras sin un motivo específico (y sin que a nadie parezca haberle importando en milenios).
Y es ese ocultismo en las motivaciones de los personajes lo que a mi parecer resta mucho atractivo al libro. Lo que para muchos es un acierto del autor al no desvelar ni explicar apenas nada de nadie, a priori a mí me parece una fácil llave para evitar ceñirse a un guión preestablecido y encorsetado. Esta opinión, totalmente subjetiva, contrasta con la de personas que han leído más libros de la saga, que confirma que los hilos se van hilvanando a cada tomo, y que algunos personajes muestran sus verdaderas intenciones varios libros después.
Por ello hay que avisar a todo el que se inicie en la saga que podrá leer 600 páginas de un personaje en un libro sin entender nada de nada, solo para que 3000 páginas después, Erikson lo explique (o por lo menos, eso me han dicho lectores más avanzados en la saga).
Para muestra este pequeño esquema en el que se describe la interrelación de los libros del universo de Malaz. Un verdadero quebradero de cabeza.
Pero esa falta de concreción hace que la acción de algunos personajes pierda interés, pues uno se limita a leer sin mucho afán, pues pasan las páginas sin que podamos apenas vislumbrar una chispa del sentido de los acontecimientos.
Así, poco a poco, y en ocasiones con desgana, descubrimos algunas cosas más sobre las sendas, los ascendientes, los dioses ancestrales, etc... Aunque nunca tendremos los datos suficientes para conformarnos una idea global.
Ya en el primer volumen tuve la sensación y, tras leer este segundo se corroboró, que yo encuentro una excesiva desproporción en el universo de Malaz. Hay toda una serie de seres con poderes tan asombrosos, que parece muy difícil que a la par Erikson nos quiera mostrar un mundo al uso, habitado por humanos con sus quehaceres cotidianos para garantizar su supervivencia. Ciudades comerciales, rutas de caravanas, asedios, guerras entre clanes... Todo se hace un poco irreal cuando deambulan por ahí seres y poderes que podrían hacer desaparecer el continente con un chaquisdo de dedos.
Quizás la trama mejor lograda sea la Cadena de Perros de Coltaine, único hilo argumental totalmente claro y despejado de confusión del libro. Parece que esto va a ser una constante en los próximos libros; una trama con inicio y fin, rodeado de otros hilos que pueden durar varias entregas en aclararse.
Precisamente la claridad de sus actos hace que la lectura de sus pasajes se devoren con ansiedad, pues la heroicidad del peregrinaje junto con sus consecuencias mantienen en todo momento el interés del lector. Aún así, en ciertas ocasiones, creo que Erikson estira demasiado la goma, haciendo algunos acontecimientos difíciles de creer, faltos de verosimilitud. Es, sin duda, el pasaje más épico de todos los descritos hasta entonces y sus personajes los más trabajados por el autor.
Otro de los puntos que encontré sin mucho sentido es la convergencia de Soletaken y D'ivers, una especie de cambiaformas que pueden convertirse en animales (los primeros) o en manadas (como ratas, los segundos). En este libro andan por ahí intentando acceder a la misteriosa Senda de Manos, de la que por supuesto no sabemos nada, para llegar a la ascendencia, por supuesto sin saber por qué.
Otra cosa que me decepciona es la inexistente explicación de la interrelación entre dioses y mortales, lo cual haría mucho más interesantes algunas tramas. No sabemos de dónde salen, qué quieren, a dónde van...
Como ya comenté en el primer libro, pienso Erikson confunde complejo con confuso y que, una escritura tan opaca como la suya, resta complicidad a una historia que lleva camino de convertirse (si no lo ha hecho ya) en una de las sagas más grandes jamas escritas.
Y, aunque parece que no me gustó nada el libro, no es cierto. Ahora estoy leyendo el tercer volumen, Memorias del Hielo, en el que poco a poco seguimos descubriendo detalles del mundo de Malaz. Una vez terminado, espero poder tener una idea más amigable de Steven Erikson, pues tengo la intención de continuar con toda la saga.
Valoración: